miércoles, 7 de noviembre de 2012

La independencia austera

Si existiera un paralelismo entre los políticos catalanes y los personajes bíblicos, sin duda alguna, Artur Mas, President de la Generalitat de Catalunya, sería el elegido, el líder mesiánico que guía al pueblo a través de las aguas turbulentas, el visionario capaz de hacer levantar a un cadáver y que éste ande súbitamente. Así es como él se ve, o quizás es ése el personaje que se ha creado para salir de ésta políticamente vivo, incluso aún añadiría más, convertido en un héroe del imaginario nacionalista catalán.
Dicen que no hay nada mejor que estar en el momento adecuado y en el lugar idóneo, pero si tienes la mala fortuna de presidir la Generalitat durante la peor crisis que ha vivido Europa en décadas, lo más adecuado es buscar una válvula de escape, una cortina de humo, una distracción polémica sobre la que atraer las miradas y evitar críticas a tu pésima gestión de gobierno, lo ideal es poner sobre la mesa un tema acalorado que toque sensibilidades, rellene portadas y provoque debates en televisión. Ése es el fin de la independencia que defiende el señor Mas: un gran sentimiento colectivo que apague los fuegos generados por su política ultraliberal, característica tanto de la derecha catalana como de la española a la que el President critica con tanto ahínco cuando le conviene, a pesar de defender bastantes ideales comunes.
Sin embargo, a pesar del órdago lanzado y de sus intentos por crear un debate alternativo a la crisis en los medios de comunicación y en la sociedad, muchos ciudadanos no olvidamos las medidas que este señor ha tomado sin ningún tipo de remordimiento ni piedad durante los dos últimos años, afectando sobretodo a las clases más desfavorecidas. El listado es amplio, por lo que espero no aburrirles.
Para ir abriendo boca, en el ámbito sanitario se ha instaurado el copago de 1 euro por receta, han aumentado las listas de espera y hemos asistido al cierre de ambulatorios, plantas de hospitales y servicios de urgencias. El sistema educativo por su parte, ha sufrido una reducción del 12% en su presupuesto, han aumentado las tasas universitarias hasta en un 66%, se ha eliminado la sexta hora escolar, se han incrementado las horas lectivas de los profesores que a su vez han visto reducida su plantilla y sus salarios, se ha elevado el ratio de alumnos por aula y las becas comedor han sido llevadas a su mínima expresión. Durante estos dos años de mandato, además, hemos sido testigos de diversos casos de corrupción en los cuales su partido se ha visto presuntamente involucrado, como el del Palau de la Música por financiación irregular o el de las ITV por colaboración en amaño de concursos. Y cómo no, debido a una deficiente política económica basada en el despilfarro más absoluto durante varias legislaturas -aquí deben compartirse culpas y responsabilidades- se pidió hace pocas semanas un rescate al Fondo de Liquidez Autonómico por un montante que asciende a 5.023 millones de euros para poder atender al pago de nóminas, proveedores y deudas con hospitales, escuelas y entidades sociales.
La situación es dramática, con un paro galopante que entre los jóvenes alcanza el 53%, con un índice de población catalana en riesgo de pobreza rondando el 30% y con decenas de desahucios diarios que elevan a límites insostenibles el nivel de injusticia social en nuestro país.
Ante todos estos datos, Artur Mas nos da la opción de tapar el sufrimiento que provocan sus medidas de austeridad -a las que hay que sumar las del gobierno central- bajo una bandera y un himno. Pero no nos engañemos. La independencia a este señor le importa literalmente un carajo, entre otras cosas porqué jamás en 35 años de democracia CiU la había llevado en su programa electoral. Pero ahora, claro está, es mucho más sencillo ampararse bajo el paraguas de la senyera y el soberanismo que todo lo tapa, sin tener que perder ni un minuto en dar las explicaciones pertinentes en el Parlament sobre sus medidas económicas y sociales. Como decía el Molt Honorable Jordi Pujol: ara això no toca. 

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