sábado, 22 de diciembre de 2012

El lenguaje pervertido

Nos toman por imbéciles. Ésa es la triste conclusión a la que he llegado tras escuchar el enésimo eufemismo pronunciado por un político español. La poca vergüenza con la que la mayoría de la clase política de este país intenta tomarnos el pelo ha llegado a límites insospechados, y no ya sólo con sus actos sino también con sus palabras, convertidas en auténticos laberintos indescifrables, en equilibrismos imposibles sobre un diccionario, en definitiva, en trampas lingüísticas para ocultar la verdad y evitar llamar a las cosas por su nombre.
Pues bien, ese último caso del que les hablaba y que llegó incluso a provocarme una sonora carcajada ante el esperpento que acababa de escuchar lo protagonizó la delegada del gobierno en la comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes. El hecho acaecido fue la imposición de multas por valor de 500 € a varios de los manifestantes presentes en la concentración de protesta realizada junto al Congreso de los Diputados el pasado 27 de Octubre, por tratarse, según la delegada del gobierno, de una manifestación ilegal al no contar con la autorización pertinente. Y ahí viene el esperpento lingüístico, no se lo pierdan. Según el criterio de la señora Cifuentes, dichas multas no se consideran como tales sino que pasan a convertirse por arte de magia en procedimientos administrativos sancionadores. Ahí queda eso.
No se crean ustedes que este fenómeno basado en la vuelta de tuerca dialéctica tiene un color político determinado. Los trileros del vocabulario viran de igual manera a la izquierda que a la derecha. El anterior gobierno del PSOE con Zapatero a la cabeza ya hizo sus pinitos en el tema, convirtiéndose en auténticos expertos del enroque de palabras, sin ir más lejos con su tema estrella: la crisis económica, a la que llegaron a tildar como desaceleración económica, coyuntura negativa, escenario de crecimiento debilitado o situación económica claramente adversa.
Sin embargo, el actual gobierno de Mariano Rajoy y sus muchachos han llevado al súmum el arte de driblar sustantivos incómodos, de no llamar pan al pan y vino al vino tal y como defendía antes de ganar las elecciones, en definitiva, de engañar al personal. En tan sólo un año de gobierno hemos asistido a innumerables insultos a la inteligencia de los ciudadanos, especialmente durante las comparecencias de los miembros del ejecutivo en las que se dedican a realizar ingeniería lingüística con nuestro idioma y necesitan utilizar varias palabras -lo más rebuscadas posible, claro está- para evitar pronuciar un vocablo mal visto o con mala fama que les pueda restar votos en las próximas elecciones.
¿Quién no recuerda la famosa linea de crédito en condiciones extremadamente favorables para evitar decir Rescate? ¿Por qué decir Copago cuando puedes utilizar la fantástica expresión recargo temporal de la solidaridad? ¿Quién querría pronunciar una palabra tan sosa como Recorte pudiendo emplear la imaginativa reforma estructural? ¿No me dirán que no es más bonito flexibilizar el mercado laboral antes que Abaratar el despido o presentar un expediente de regulación de empleo en lugar de Echar trabajadores a la calle? ¿No me irán ustedes a comparar una sencilla y simple Recesión con una tasa negativa de crecimiento económico?
En realidad somos nosotros, los ciudadanos, los que confundimos los términos porque estamos anticuados en lo referente a la bella y antigua lengua de Cervantes. Ya no se lleva lo de la Reforma Fiscal, ahora lo más chic es llamarle medida excepcional para incentivar la tributación de rentas no declaradas, y por supuesto, si no quieren quedar como unos desfasados ni se les ocurra pronunciar la incómoda palabra Desahucio. No se equivoquen. Se trata de un procedimiento de ejecución hipotecaria.
Ya ven, nuestros gobernantes han perdido el norte hasta en el habla. La gilipollez extrema se ha apoderado de ellos y no entienden que lo único que hacen con estas actitudes es el ridículo más espantoso. Esta escalada de imbecilidad masiva parece no tener fin y lo único que me aterra es que al final se nos acabe contagiando algo al resto de los mortales. Imagínense usando tales eufemismos en su día a día. Rediós, lo de ir a hacer la compra pasaría a denominarse recolección de alimentación básica para el desarrollo de núcleos familiares, poner gasolina sería repostar el combustible idóneo para el transporte de las personas físicas, y tomarte un simple café qué menos que una ingesta de sustancia líquida estimulante originaria de zonas meridionales americanas.
Ustedes me disculparán pero yo me resisto. Aunque me vean con aptitudes para la perversión del lenguaje, aún no estoy preparado para tanta tontería.