domingo, 11 de noviembre de 2012

Ahora vienen las prisas

Desde esta plataforma en la que desahogo la mala leche que provoca vivir en este país nuestro de improvisación y demagogia, quiero felicitar a las entidades bancarias españolas en general y a La Caixa en particular por su última actuación. Enhorabuena, lo habéis conseguido. Ya tenéis un piso más en Barakaldo para vender y engordar vuestras arcas. Tan sólo existe un problema, que sin duda no será un gran obstáculo ni una gran carga para las conciencias de los dirigentes de dichas entidades: una mujer se ha suicidado lanzándose al vacío justo en el instante en que la policía entraba en su portal para proceder al desahucio de la vivienda que había dejado de pagar por problemas económicos.
Su nombre era Amaya Egaña, tenía 53 años y ya es el segundo caso de suicidio relacionado con una ejecución hipotecaria tras el de Miguel Ángel Domingo, que el pasado 25 de Octubre apareció colgado en el patio de su vivienda, ubicada en Granada.
Ahora todo el mundo se echa las manos a la cabeza y se pregunta cómo ha podido suceder semejante acto de desesperación, pero este drama que sacude a millones de personas no es nada nuevo en la sociedad española. Cabe recordar que desde el 2008 se han ejecutado 350.000 desalojos y para el próximo año hay cálculos que indican que se llevarán a cabo alrededor de 100.000 más. Las clases dirigentes han cerrado sus ojos al problema durante varios años, y lo que es aún peor, han dado a los bancos carta blanca para aplicar sus políticas de usura y vileza además de proporcionarles miles de millones de euros a través de aquella famosa "línea de crédito en condiciones extremadamente favorables". Esa carta blanca fue disfrazada de manera lamentable por el presidente Rajoy con la creación de un código de buenas prácticas destinado a detener los desahucios y que dejaba a la buena voluntad de las entidades financieras la decisión de desalojar o no a las familias. Como era de esperar, esa medida fue papel mojado desde el mismo día de su creación.
¿Alguien en su sano juicio podía pensar en que los bancos actuarían de buena voluntad? ¿A alguien se le pasó por la cabeza que dejarían de ganar millones de euros a cambio de no dejar a la gente literalmente en la calle? ¿Alguien dudaba de que estos señores no tienen corazón y de que en su lista de prioridades se encuentra el dinero en primer lugar?
Hay que poner este tema en antecedentes y recordar que los que pusieron sobre la mesa el gran problema que nos acecha fueron las plataformas sociales y de afectados como "STOP desahucios" o la "Plataforma de afectados por la hipoteca" (PAH) a través de sus innumerables protestas e incluso con la presentación ante el Congreso de varias iniciativas legislativas populares, ninguna de las cuales fue debatida en un pleno. A pesar de la insistencia, su voz no fue escuchada en ningún momento por los políticos que deberían actuar como los representantes del pueblo. En este sentido, tampoco podemos olvidar que los dos grupos mayoritarios en el Congreso, PP y PSOE, se han negado reiteradamente a modificar la ley hipotecaria y a permitir la dación en pago en caso de insolvencia ante la hipoteca. Han tenido que ocurrir dos lamentables muertes que se podrían haber evitado para que tanto al gobierno como a la oposición les vengan ahora las prisas. Rajoy ya ha adelantado que mañana se reunirá con Rubalcaba para tomar nuevas medidas y que acelerará los contactos con cajas y bancos para pedir una moratoria en los desahucios.
Es muy español eso de no reaccionar hasta que ocurre una desgracia, hasta que no se le ven las orejas al lobo. El drama social que viven millones de personas les importa un carajo a aquellos que nos gobiernan porque para ellos somos invisibles mientras vayamos sobreviviendo, trampeando, revolcándonos diariamente en el fango para salir adelante. Sin embargo, todo cambia cuando alguien pasa a mejor vida. Alto ahí, eso ya es otra cosa. La muerte -aún más si ésta se produce tan injustamente- conlleva un impacto emocional tan grande sobre el conjunto de la población que podría ser peligroso. Me imagino lo que a Rajoy se le habrá pasado por la cabeza: ¿Y si se les acaba la paciencia? ¿Y si llegan de verdad a ocupar el Congreso? ¿Y si nos echan a patadas?
El típico y viejo truco de la reacción inmediata ante una acción peligrosa. Un poco de agua que apague el fuego aunque sea ligeramente. En definitiva, más de lo mismo, hasta que algún día el pueblo diga basta.

No hay comentarios:

Publicar un comentario