jueves, 20 de octubre de 2011

Un asunto de honor

Reconozco que el título del artículo que tienen ante sus ojos lo he tomado prestado de un relato de Arturo Pérez-Reverte, una especie de road-movie ibérica en la que cada uno de sus personajes trata de mantener a flote su honor ante las circunstancias en que se ven inmersos. Precisamente, me gustaría hoy hablarles sobre esa palabra que cada día es más difícil escuchar en estos tiempos que corren. Su definición no deja lugar a dudas: "Cualidad moral que lleva al cumplimiento de los propios deberes respecto del prójimo y de uno mismo".
Este antiguo vocablo proveniente del latín honoris, junto a otros igualmente olvidados como honradez, dignidad u honestidad me vinieron inmediatamente a la cabeza al leer una noticia publicada la pasada semana en los medios de comunicación que resume claramente la catadura moral de una gran parte de los políticos de nuestro país. Esta vez fue Fernando Manzano, presidente de la Asamblea de Extremadura y secretario general del PP extremeño, quien protagonizó uno más de esos actos reprobables a los que tan acostumbrados nos tienen nuestros representantes. El susodicho contrató a un primo suyo como chófer, justificando dicha contratación en el hecho de necesitar a alguien de su "absolutísima confianza" ya que durante los trayectos realizaba "largas conversaciones por teléfono".
Dejando a un lado que resulta sospechoso tanto esfuerzo por evitar airear ante un empleado unas simples conversaciones telefónicas, lo que realmente le hace a uno ponerse las manos en la cabeza son los antecedentes de este señor que nos confirman cuán sabios son los refranes y en especial ese que reza que por la boca muere el pez, ilustrando el caso que nos ocupa. Resulta que en un ataque de originalidad sin precedentes, al señor Manzano se le ocurrió durante las pasadas navidades escribir en su blog una carta a los Reyes Magos -qué idea innovadora, rediós- en la que pedía con toda la fe posible en sus majestades, un gobierno autónomo en el que no existiera el "enchufismo". Como podrán imaginar, ese mensaje plasmado tecla a tecla con la ilusión de un niño que en esa mágica noche deja leche para los camellos, ese anhelo tantas veces soñado, ese deseo ubicado en lo más hondo del corazón, fue formulado durante su época en la oposición. Sin embargo, una vez llegado al poder -que como la propia palabra indica, puede con todo-, donde dije digo, digo Diego.
Y ahí está la madre del cordero y el quid de la cuestión: el honor y la palabra ya no tienen lugar en nuestra sociedad, es más, ni siquiera nos acordamos de su existencia. ¿Qué importa ya traicionar a tus conciudadanos y lo que es peor, traicionarte a ti mismo? ¿Qué más da mancillar tu nombre si al día siguiente otra noticia ocupará su lugar en las portadas? ¿Quién prefiere la honradez frente al dinero cuando nuestra escala de valores está patas arriba?
Es cierto que la fechoría del señor Manzano no es de una gravedad extrema, visto lo visto en el siempre candente mundo de la corrupción política, pero ya saben, se empieza empleando a familiares en puestos que deberían ser ocupados por verdaderos profesionales mediante un proceso de selección en toda regla y acaba uno vendiendo su alma al diablo, y perdiendo definitivamente no sólo el honor sino la vergüenza e incluso, en ocasiones, hasta la libertad tras unos barrotes.
Habrá gente que piense que es una cualidad anacrónica, pasada de moda e inútil en esta época que nos ha tocado vivir, pero existe una verdad irrefutable según la cual hay cosas en la vida que jamás le podrán arrebatar a aquél que obra con integridad y una de ellas es su honor, que no dará de comer, pero almenos alimenta el alma.