martes, 20 de noviembre de 2012

La residencia tenía un precio

Cómo se les ve el plumero, oigan. A estas alturas de la película ni se esfuerzan en disimular, no ya su racismo de sobras conocido sino su clasismo y su doble rasero. Escuché la noticia ayer por la tarde y les juro que aún no salgo de mi asombro. Si no se han enterado, escuchen, no se pierdan la última ocurrencia del presidente Mariano Rajoy, la mente privilegiada que guía el timón de este país y que parece conducirnos directamente al más histórico de los estropicios. No dilato más la espera. El gallego iluminado y su gobierno han creído conveniente proponer que todos aquellos inmigrantes sin papeles que compren una vivienda cuyo valor sea superior a 160.000 €, recibirán inmediatamente el permiso de residencia. Con un par.
La pregunta que cabe hacerse es, ¿qué tipo de inmigrante en la España actual puede costearse dicho dispendio? ¿A quién beneficia esta medida?
Todo el mundo es consciente de que lo más urgente en estos momentos de dificultad es echarle una mano a esos pobres inmigrantes -rusos y chinos en su mayoría- que vienen a nuestro país con una mano delante luciendo Rolex y una mano detrás con pulsera de Cartier. Las pobres criaturas tienen que invertir su abundante dinero, claro está, y qué mejor sector para realizar dicha inversión que nuestro recurrente y amado ladrillo que tantas alegrías nos ha dado. Así matamos dos o tres pájaros de un tiro: nos quitamos de encima pisos vacíos, maquillamos las cifras de ventas, atraemos ricachones extranjeros y a cambio del favor les damos la residencia. Negocio redondo para todos. La especulación que los felices compradores puedan realizar con las viviendas adquiridas, tan sólo esperando que pasen unos añitos y suba de nuevo el precio de sus inmuebles para venderlos y engordar aún más sus ya abultadas cuentas corrientes, eso qué más dará ahora cuando lo que necesitamos con urgencia es que se vendan todos esos pisos sin gente para que la gente sin piso no dé más la tabarra y deje de okuparlos.
Y así estamos. Mientras los sin papeles pudientes aprovechan la ocasión y consiguen su permiso de residencia a cambio de realizar el tremendo esfuerzo de comprarse una choza en el barrio de Salamanca o en Pedralbes, la inmensa mayoría de sin papeles debe luchar cada día para sobrevivir sin recursos en medio de la mierda en que se ha convertido este país -imaginen cómo será la situación del país del que escapan- viendo cómo se les aplican medidas discriminatorias en relación a los extranjeros con billetes y se les despoja de cualquier tipo de derecho.
Cabe recordar que hace unos meses el gobierno aprobó un Real Decreto según el cual se excluía de la cobertura sanitaria pública a todos los extranjeros que se encontraran en situación irregular, dándose así el primer paso para el desmantelamiento de la sanidad pública gratuita y universal tal y como la conocíamos, al que han seguido diversas medidas que nos están llevando a un nuevo modelo que avanza imparable hacia la privatización de la sanidad.
Reconozco que en papeleos, permisos de residencia y materias similares tengo algo de experiencia, pues mi compañera es uruguaya y ya hemos pasado por todo eso. Recuerdo cómo durante sus primeros años en España como irregular -sin permiso de residencia ni trabajo- paseábamos por la calle con la angustia de encontrarnos a la policía y que ésta le pidiera la documentación. Sin embargo, en aquel momento no importaba demasiado la entrada de extranjeros ilegales porque hacía falta mano de obra barata y tanto el Estado como los empresarios hicieron la vista gorda, sin duda porque beneficiaba a sus intereses económicos. Aquello ya pasó a la historia y parece ser que también pasó al olvido cuando me vienen a la cabeza nombres que a día de hoy intentan pescar en río revuelto, como el de Josep Anglada, faro de la ultraderecha catalana, o el de Carlos Floriano, Vicesecretario de Organización del PP, que hace unas semanas afirmo que los inmigrantes sin papeles deberían estar en sus países.
Es en estos momentos en los que me dan ganas de hacer la maleta y pirarme de este desbarajuste absoluto llamado España, cuando irremediablemente me pregunto, ¿qué pensarán ahora de la inmigración ilegal todos esos españoles que están saliendo al extranjero a buscarse la vida, muchos de ellos lanzándose a la aventura sin ningún contacto ni contrato laboral? ¿Estarán de acuerdo en que se les aplique las mismas medidas que aplicamos a los sin papeles en España? ¿Por qué después de tantos años recibiendo inmigrantes, ahora que nos toca a nosotros abandonar nuestra tierra en busca de oportunidades somos incapaces de aprender de nuestros errores? Quizá sea porque aquellos que nos gobiernan son incapaces de dar mensajes a la población en la dirección de la solidaridad y el apoyo entre los pueblos, y eso es debido a que saben con rotunda seguridad que ellos jamás se verán abocados a la desesperación y al exilio. Ojalá les tocara algún día y vivieran en carne propia el dasarraigo más doloroso, pero mucho me temo que será en nuestros sueños porque lo tienen todo demasiado bien atado. Aún así, qué carajo, soñar es gratis. 

viernes, 16 de noviembre de 2012

A reclamar al maestro armero

Alguien debería pararles los pies, o mejor dicho, las manos con las que reparten mandobles a diestro y siniestro. Las actuaciones llevadas a cabo por los antidisturbios de los Mossos d'Esquadra en Cataluña durante las concentraciones y manifestaciones realizadas con motivo de la huelga general del pasado 14 N, no hacen más que confirmar lo que ya sospechábamos. Estos tipos ataviados con cascos, protecciones innumerables, porras y escopetas, no sólo disfrutan con la brutalidad que ejercen sobre hombres, mujeres, ancianos e incluso niños, sino que además disponen de una impunidad que pone los pelos de punta.
Concretamente, el pasado miércoles sucedieron dos acciones que me escandalizaron profundamente, y aún hoy, viendo de nuevo las imágenes por televisión, me hacen hervir la sangre. Durante la mañana fue en Tarragona donde un valiente agente de los Mossos asestó un porrazo a un peligroso niño de 13 años, provocándole una aparatosa brecha en la cabeza a la que los médicos tuvieron que aplicar cinco puntos de sutura, y por la tarde, en la Plaça Catalunya de Barcelona, una mujer recibió el impacto de una bala de goma en el ojo izquierdo que le produjo la explosión del globo ocular y la consecuente pérdida de visión de dicho ojo.
Son como perros de presa. No distinguen entre sexos, razas ni edades. Entran como elefantes en una cacharrería y sálvese quien pueda. Lo curioso es que esos mismos policías que no dudan en manifestarse ante los recortes sufridos en sus sueldos gracias al gobierno que defienden y representan, al día siguiente dejan en casa la empatía y la solidaridad hacia aquellos que muestran -pacíficamente en la inmensa mayoría de casos- su descontento con la situación actual de la misma manera que lo hace el colectivo policial.
El problema de los lamentables episodios ocurridos tanto en Tarragona como en Barcelona, no es tan sólo el dolor físico causado a los agredidos, la humillación o la injusticia de tales actos, sino la impunidad con la que estos señores ejercitan la violencia gratuita en tantas ocasiones, amparados en el encubrimiento de sus superiores, en la permisividad de las propias instituciones y en el incumplimiento de la ley. Ya ha llovido desde aquel lejano mes de Noviembre del 2008 en el que se publicó en Cataluña un decreto según el cual todos los agentes de los Mossos d'Esquadra -excepto los que vistan de gala, por lo tanto antidisturbios incluidos- deben llevar visible su número de identificación policial. Dicho decreto nunca ha llegado a aplicarse en el caso de los antidisturbios, justificando el incumplimiento de la ley con la vieja excusa de evitar denuncias falsas. Otra de las defensas más recurrentes a las que se acogen es vaga a la vez que tramposa: afirman que efectivamente muestran su número de identificación, pero lo mezquino de su argumento es que en realidad lo lucen bajo el chaleco de protección, impidiendo a cualquier ciudadano conocer la identidad del agente que le acaba de abrir la cabeza y proceder a su denuncia inmediata.
Supongo que ocurrirá lo de siempre y se seguirá incumpliendo la ley de identificación policial hasta el día que suceda una desgracia. Un golpe de porra mal dado, una bola de goma que impacta en el lugar equivocado, un atropello mortal involuntario. Entonces sí, todos a correr, y me juego lo que quieran que a la semana siguiente veremos a los antidisturbios con un número fosforito en su chaleco del tamaño de Cuenca, con el nombre, el DNI y la talla de calzoncillos que calza el susodicho si es necesario. Y es que aquí somos así. Podemos pasar en un nanosegundo de ignorar olímpicamente las leyes que nosotros mismos promulgamos a ser más papistas que el Papa. Pero hasta que llegue ese día, ya saben, leña y a reclamar al maestro armero.

domingo, 11 de noviembre de 2012

Ahora vienen las prisas

Desde esta plataforma en la que desahogo la mala leche que provoca vivir en este país nuestro de improvisación y demagogia, quiero felicitar a las entidades bancarias españolas en general y a La Caixa en particular por su última actuación. Enhorabuena, lo habéis conseguido. Ya tenéis un piso más en Barakaldo para vender y engordar vuestras arcas. Tan sólo existe un problema, que sin duda no será un gran obstáculo ni una gran carga para las conciencias de los dirigentes de dichas entidades: una mujer se ha suicidado lanzándose al vacío justo en el instante en que la policía entraba en su portal para proceder al desahucio de la vivienda que había dejado de pagar por problemas económicos.
Su nombre era Amaya Egaña, tenía 53 años y ya es el segundo caso de suicidio relacionado con una ejecución hipotecaria tras el de Miguel Ángel Domingo, que el pasado 25 de Octubre apareció colgado en el patio de su vivienda, ubicada en Granada.
Ahora todo el mundo se echa las manos a la cabeza y se pregunta cómo ha podido suceder semejante acto de desesperación, pero este drama que sacude a millones de personas no es nada nuevo en la sociedad española. Cabe recordar que desde el 2008 se han ejecutado 350.000 desalojos y para el próximo año hay cálculos que indican que se llevarán a cabo alrededor de 100.000 más. Las clases dirigentes han cerrado sus ojos al problema durante varios años, y lo que es aún peor, han dado a los bancos carta blanca para aplicar sus políticas de usura y vileza además de proporcionarles miles de millones de euros a través de aquella famosa "línea de crédito en condiciones extremadamente favorables". Esa carta blanca fue disfrazada de manera lamentable por el presidente Rajoy con la creación de un código de buenas prácticas destinado a detener los desahucios y que dejaba a la buena voluntad de las entidades financieras la decisión de desalojar o no a las familias. Como era de esperar, esa medida fue papel mojado desde el mismo día de su creación.
¿Alguien en su sano juicio podía pensar en que los bancos actuarían de buena voluntad? ¿A alguien se le pasó por la cabeza que dejarían de ganar millones de euros a cambio de no dejar a la gente literalmente en la calle? ¿Alguien dudaba de que estos señores no tienen corazón y de que en su lista de prioridades se encuentra el dinero en primer lugar?
Hay que poner este tema en antecedentes y recordar que los que pusieron sobre la mesa el gran problema que nos acecha fueron las plataformas sociales y de afectados como "STOP desahucios" o la "Plataforma de afectados por la hipoteca" (PAH) a través de sus innumerables protestas e incluso con la presentación ante el Congreso de varias iniciativas legislativas populares, ninguna de las cuales fue debatida en un pleno. A pesar de la insistencia, su voz no fue escuchada en ningún momento por los políticos que deberían actuar como los representantes del pueblo. En este sentido, tampoco podemos olvidar que los dos grupos mayoritarios en el Congreso, PP y PSOE, se han negado reiteradamente a modificar la ley hipotecaria y a permitir la dación en pago en caso de insolvencia ante la hipoteca. Han tenido que ocurrir dos lamentables muertes que se podrían haber evitado para que tanto al gobierno como a la oposición les vengan ahora las prisas. Rajoy ya ha adelantado que mañana se reunirá con Rubalcaba para tomar nuevas medidas y que acelerará los contactos con cajas y bancos para pedir una moratoria en los desahucios.
Es muy español eso de no reaccionar hasta que ocurre una desgracia, hasta que no se le ven las orejas al lobo. El drama social que viven millones de personas les importa un carajo a aquellos que nos gobiernan porque para ellos somos invisibles mientras vayamos sobreviviendo, trampeando, revolcándonos diariamente en el fango para salir adelante. Sin embargo, todo cambia cuando alguien pasa a mejor vida. Alto ahí, eso ya es otra cosa. La muerte -aún más si ésta se produce tan injustamente- conlleva un impacto emocional tan grande sobre el conjunto de la población que podría ser peligroso. Me imagino lo que a Rajoy se le habrá pasado por la cabeza: ¿Y si se les acaba la paciencia? ¿Y si llegan de verdad a ocupar el Congreso? ¿Y si nos echan a patadas?
El típico y viejo truco de la reacción inmediata ante una acción peligrosa. Un poco de agua que apague el fuego aunque sea ligeramente. En definitiva, más de lo mismo, hasta que algún día el pueblo diga basta.

miércoles, 7 de noviembre de 2012

La independencia austera

Si existiera un paralelismo entre los políticos catalanes y los personajes bíblicos, sin duda alguna, Artur Mas, President de la Generalitat de Catalunya, sería el elegido, el líder mesiánico que guía al pueblo a través de las aguas turbulentas, el visionario capaz de hacer levantar a un cadáver y que éste ande súbitamente. Así es como él se ve, o quizás es ése el personaje que se ha creado para salir de ésta políticamente vivo, incluso aún añadiría más, convertido en un héroe del imaginario nacionalista catalán.
Dicen que no hay nada mejor que estar en el momento adecuado y en el lugar idóneo, pero si tienes la mala fortuna de presidir la Generalitat durante la peor crisis que ha vivido Europa en décadas, lo más adecuado es buscar una válvula de escape, una cortina de humo, una distracción polémica sobre la que atraer las miradas y evitar críticas a tu pésima gestión de gobierno, lo ideal es poner sobre la mesa un tema acalorado que toque sensibilidades, rellene portadas y provoque debates en televisión. Ése es el fin de la independencia que defiende el señor Mas: un gran sentimiento colectivo que apague los fuegos generados por su política ultraliberal, característica tanto de la derecha catalana como de la española a la que el President critica con tanto ahínco cuando le conviene, a pesar de defender bastantes ideales comunes.
Sin embargo, a pesar del órdago lanzado y de sus intentos por crear un debate alternativo a la crisis en los medios de comunicación y en la sociedad, muchos ciudadanos no olvidamos las medidas que este señor ha tomado sin ningún tipo de remordimiento ni piedad durante los dos últimos años, afectando sobretodo a las clases más desfavorecidas. El listado es amplio, por lo que espero no aburrirles.
Para ir abriendo boca, en el ámbito sanitario se ha instaurado el copago de 1 euro por receta, han aumentado las listas de espera y hemos asistido al cierre de ambulatorios, plantas de hospitales y servicios de urgencias. El sistema educativo por su parte, ha sufrido una reducción del 12% en su presupuesto, han aumentado las tasas universitarias hasta en un 66%, se ha eliminado la sexta hora escolar, se han incrementado las horas lectivas de los profesores que a su vez han visto reducida su plantilla y sus salarios, se ha elevado el ratio de alumnos por aula y las becas comedor han sido llevadas a su mínima expresión. Durante estos dos años de mandato, además, hemos sido testigos de diversos casos de corrupción en los cuales su partido se ha visto presuntamente involucrado, como el del Palau de la Música por financiación irregular o el de las ITV por colaboración en amaño de concursos. Y cómo no, debido a una deficiente política económica basada en el despilfarro más absoluto durante varias legislaturas -aquí deben compartirse culpas y responsabilidades- se pidió hace pocas semanas un rescate al Fondo de Liquidez Autonómico por un montante que asciende a 5.023 millones de euros para poder atender al pago de nóminas, proveedores y deudas con hospitales, escuelas y entidades sociales.
La situación es dramática, con un paro galopante que entre los jóvenes alcanza el 53%, con un índice de población catalana en riesgo de pobreza rondando el 30% y con decenas de desahucios diarios que elevan a límites insostenibles el nivel de injusticia social en nuestro país.
Ante todos estos datos, Artur Mas nos da la opción de tapar el sufrimiento que provocan sus medidas de austeridad -a las que hay que sumar las del gobierno central- bajo una bandera y un himno. Pero no nos engañemos. La independencia a este señor le importa literalmente un carajo, entre otras cosas porqué jamás en 35 años de democracia CiU la había llevado en su programa electoral. Pero ahora, claro está, es mucho más sencillo ampararse bajo el paraguas de la senyera y el soberanismo que todo lo tapa, sin tener que perder ni un minuto en dar las explicaciones pertinentes en el Parlament sobre sus medidas económicas y sociales. Como decía el Molt Honorable Jordi Pujol: ara això no toca.