domingo, 8 de abril de 2012

Marinero en tierra hostil

Hay cosas que en España no cambiarán nunca por muy modernos y demócratas que nos creamos y una de ellas es el sectarismo político que reina en nuestro sistema democrático. El último episodio tuvo lugar el pasado 26 de Marzo en la localidad almeriense de Huércal-Overa. Resulta que el ayuntamiento gobernado por el PP ha considerado que el teatro municipal de dicha localidad debe dejar de llamarse tal y como los vecinos lo habían decidido a través de una encuesta realizada en las redes sociales, y cuando les diga el nombre que libremente fue elegido por los ciudadanos sabrán el porqué. No les haré esperar más. Ahí va: Teatro Municipal Rafael Alberti. Lo entienden, ¿verdad?
El ayuntamiento de Huércal-Overa ha creído conveniente que al municipio no se le relacione con uno de los poetas andaluces más importantes de la literatura española por el hecho de que tal nombre "no vende al municipio y no tiene una vinculación histórica con el mismo".
Señores, no nos engañemos. Quitémonos las máscaras y llamemos a las cosas por su nombre. Si una pandilla de políticos conservadores han retirado dicho nombre del teatro municipal ha sido porque Rafael Alberti fue comunista y luchó durante toda su vida por esos ideales que le llevaron al exilio durante tantos años.
Me parece lamentable que ciertos nostálgicos de otras épocas pongan por delante las creencias políticas de alguien que por encima de ideas y posicionamientos fue un artista excepcional, cuyo nombre por sí solo daría prestigio a cualquier edificio o monumento que lo tomara como suyo. Me entristece contemplar a estas alturas cómo ciertas decisiones tomadas por tipos sin el nivel cultural suficiente como para llevarlas a cabo, tiran por el suelo la figura de grandes personajes y artistas de nuestro país por el simple hecho de militar en la izquierda y defender la lucha por la democracia, la libertad, la justicia y la dignidad arrebatadas durante demasiado tiempo.
Lo más preocupante es que no es el único caso que se ha dado recientemente sino que a través de la limpieza ideológica del callejero están intentando borrar todo vestigio de comunismo, socialismo o cualquier ideología que tenga un ligero aroma a izquierda. Como ya informó el diario Público hace unos días, en Villamayor de Calatrava (Ciudad Real) se han retirado los nombres de las calles Pablo Iglesias, Pablo Neruda y Enrique Tierno Galván, en La Zubia (Granada) han desaparecido las calles Miguel Hernández, Durruti y Che Guevara, y en Elche han sustituido el anteriomente conocido como Jardín Dolores Ibárruri por el Jardín de la República Argentina.
Tanto en el caso de Alberti como del resto de autores, pensadores o políticos a los que se intenta sumergir en el olvido, por mucho que hagan desaparecer sus nombres de muros y placas municipales jamás podrán borrar sus actos ni su recuerdo en la memoria de millones de españoles.
A este paso, alguna mañana nos levantaremos con la noticia de que Ana Botella ha ordenado descolgar el Guernica de las paredes del Museo Reina Sofía y confinarlo bajo siete llaves en los sótanos del Museo del Prado. Ya saben que para cierta gente la figura de Picasso como genio pictórico universal queda muy por debajo de su faceta de rojo antifranquista. Ante tanto disparate sin sentido, reconozco que hay ocasiones en que a uno le entran ganas de haber nacido un poco más al norte, concretamente al otro lado de los Pirineos, mon dieu...

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