jueves, 15 de septiembre de 2011

Conversaciones paralelas

Hay conversaciones que le dejan a uno patidifuá o anonadado, como diría aquella estrella de antaño que hizo su última aparición en un videoclip de Fangoria. Precisamente hace unos días fui testigo de una de esas conversaciones, protagonizada por dos chicas que no tendrían más de veinte años. Una de ellas le explicaba a la otra, compungida, un hecho acaecido la noche anterior ante el cual no había podido contener las lágrimas. Imagino que estarán ustedes pensando en un drama familiar, una defunción, un accidente o simplemente mal de amores. Craso error. El fatídico episodio que provocó el vertido lacrimal sobre las mejillas de la inocente joven no fue otro que el fallo mecánico de su teléfono personal. Vamos, que se le estropeó el móvil. Las palabras textuales con las que expresó sus sentimientos a flor de piel fueron: "Jo, tía, lloré y todo".
Ante tal ejemplo de sinceridad para con su amiga, yo, que he contemplado innumerables escenas surrealistas a bordo de un tren, no pude hacer otra cosa que tratar de reprimir la carcajada que estuvo a punto de brotar, incontenible frente a aquellas palabras pronunciadas desde el desgarro más profundo. Si el tema no fuera tan triste, les juro que me reiría incluso acompañando esas sonoras risotadas con suspiros y dolores abdominales, pero ciertamente, el tema además de triste es preocupante.
Varios interrogantes me asaltaron entonces debido al panorama que se cernía ante mis ojos. ¿Qué estamos haciendo mal? ¿Cómo es posible que una minúscula máquina pueda crearnos tal dependencia? ¿Se ha convertido el móvil en el hilo conductor de las relaciones humanas? ¿Qué sería de nosotros hoy en día sin la tecnología?
Esta última cuestión es la clave para comprender en qué nos hemos convertido y en lo que se convertirán en mayor medida las generaciones venideras: en inútiles incapaces de sobrevivir sin las comodidades que nos brinda nuestra sociedad del bienestar.
No es mi intención ponerme tremendista, ni apocalíptico, ni ser pájaro de mal agüero, pero pónganse ustedes en lo peor. Una catástrofe nuclear a gran escala, un meteorito caprichoso que en su trayectoria impacta sobre nuestro planeta, una desviación severa del eje terrestre con fatídicas consecuencias. Imaginen el percal. Abrir el grifo y que no mane ni una gota de agua, apretar el interruptor de la luz y continuar en la más absoluta oscuridad, realizar nuestras necesidades fisiológicas y que éstas no desaparezcan por las cañerías al empujar un circular botón metálico, no tener frigorífico para refrigerar los alimentos ni microondas para calentarlos, estar desinformados de lo que ocurre a tan solo diez kilómetros de distancia al no disponer de radio, ni televisión, ni internet, ni teléfono para comunicarnos con nuestros seres queridos, no contar con calefacción para protegernos del frío ni con aire acondicionado para sofocar el calor.
Ante esa hipotética catástrofe, ¿cómo reaccionaría la humanidad? Sin duda, nos veríamos obligados a adaptarnos al nuevo medio y aprender a sobrevivir con lo que únicamente nos brinda la naturaleza a la que saqueamos y violamos indiscriminadamente desde hace décadas. Sobrevivir. Ése es el término que hemos escondido en lo más recóndito de nuestra memoria colectiva y cuyo real significado alteramos diariamente con demasiada ligereza.
En fín, sólo espero no estar presente en este mundo cuando todo se vaya al carajo y el ser humano se reencuentre consigo mismo, con lo que siempre fue desde el principio de los tiempos, con su instinto más arcaico y primitivo. Y lo mismo le deseo de corazón a esa chica que una tarde, en un tren de cercanías, lloró por su difunto móvil. Porque ella sí que no lo podría soportar.

1 comentario:

  1. > Abrir el grifo y que no mane ni una gota de agua

    Recomiendo escuchar la canción "como no llueva" de Daniel Higiénico: http://www.youtube.com/watch?v=v2x4afNJOa8

    La letra es más profunda de lo que parece (teniendo en cuenta el nombre del cantante :-) ) y va un poco en la linea de lo que comentas acerca de las gilipolleces que nos preocupan cuando no tenemos nada más importante en que pensar

    ResponderEliminar