lunes, 14 de febrero de 2011

Si Bogart levantara la cabeza

El pasado viernes se escribió un nuevo capítulo en la cruzada contra el tabaquismo que se inició el 1 de Enero con la polémica ley antitabaco. Los no fumadores tienen todo el derecho a defenderla ya que a partir de esa fecha ya no están obligados a tragarse el molesto humo ajeno que irrita los ojos y asfixia las gargantas, y los fumadores, por su parte, están en el suyo a atacarla, basándose en la libertad individual y en el ejercicio de sus derechos como ciudadanos. Lo que ocurrió la noche del viernes en Barcelona, sin embargo, pasa ya de castaño oscuro y llega a rozar la ridiculez.
Les informo. Teatro Apolo. Ciudad Condal. Un espectador denunció ante la Agencia de Salud Pública al musical Hair que se representa en el citado teatro barcelonés, ya que durante la obra los actores fuman en el escenario, a pesar de que -según el director de producción- no es tabaco lo que se fuma sino una mezcla de hierba Maria Luisa, hojas de nogal y albahaca, comprada en una herboristería.
Y es que la llamada a la denuncia realizada por parte del gobierno ante actitudes que incumplan la nueva ley está dando sus frutos. Los chivatos -especie omnipresente en estas tierras peninsulares- campan a sus anchas, disfrutando como gorrinos en una charca y dándose palmaditas en la espalda los unos a los otros.
Estoy convencido de que el tipo que denunció a la compañía teatral -intransigente ante el humo hostil del tabaco, que desde luego perjudica la salud de todos, activa o pasivamente- va todos los días al trabajo en su todo terreno diesel, importándole un testículo de pato la contaminación y el hecho de que en ciudades como Madrid o Barcelona el aire se vuelva irrespirable. Es la hipocresía que reina en nuestro país. Nos importan tanto unas cosas y otras tan poco, dependiendo tan sólo de lo que a mí me joda y no al vecino.
Volviendo al tema de la persecución, en este país donde somos más papistas que el Papa, no duden que llegará el día en que estará prohibido el cigarrillo en cualquier imagen que se proyecte en el cine y en la televisión, a pesar de que por exigencias del guión sea un elemento característico del personaje o de la época en que se centra la historia. En las películas de nueva producción no podrá aparecer un cigarro ni en pintura y en las antiguas se procederá a pixelar dicho elemento para no herir la sensibilidad del espectador ni violar lo políticamente correcto. Sin embargo, los disparos, las muertes, las violaciones y demás actos de violencia gratuita que abundan en nuestras pantallas quedarán impunes ante las manos de los censores del siglo XXI.
Ya me estoy imaginando a Humphrey Bogart con una mano borrosa y humeante en el café de Rick de Casablanca. Los carteles de películas como Desayuno con diamantes y La muerte tenía un precio verán desaparecer sus pitillos entre las manos de Audrey Hepburn y los labios de Clint Eastwood. Quedará fragmentada la sensualidad de Marlene Dietrich en El expreso de Shanghai o de Rita Hayworth en Gilda, así como la pose rebelde y dura de James Dean en Gigante, o el característico paso con un puro entre los dedos de Groucho Marx en cualquiera de sus geniales obras. Del mismo modo, John Travolta y Uma Thurman aparecerán entre píxeles en cada una de las escenas de Pulp Fiction, en cuyo argumento también deberán prescindir de la cocaína, la heroína y demás sustancias que aparecen a lo largo del film. Si entramos en el sinuoso tema de las drogas prohibidas y penadas legalmente, los intercambios de polvo blanco entre bandas que aparecen en las películas de Scorsese se deberán erradicar, sustituyéndolos por el tráfico de caramelos mentolados contra el mal aliento, y los talleres clandestinos ubicados en la selva colombiana, tan recurrentes en ocasiones, pasarán a convertirse en tiendas de todo a cien regentadas por la mafia china.
No se rían porque es lo que nos espera, en lugar de optar por darle a este país lo que necesita: más educación, más prevención, más información y menos prohibiciones.
Pero claro, eso es como pedirle a Paris Hilton que se meta a monja de clausura. Qué quieren que les diga, yo no lo veo.

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