jueves, 10 de enero de 2013

El coleccionista de cargos

Suelen aparecer de forma masiva en los kioskos y librerías de toda España hacia el mes de Septiembre, después del descanso estival, como queriéndonos decir "ahora que estáis relajados os vais a enterar". Puede que a mucha gente les resulten objetos inútiles, estrambóticos e incluso enseres destinados a una pandilla de descerebrados, pero si cada año hacen acto de presencia en los anuncios de todas las cadenas de televisión será porque es un producto rentable. Sí, les hablo de las colecciones, ya saben, dedales de porcelana, abanicos, buques legendarios de la Segunda Guerra Mundial, coches de época o instrumentos musicales en miniatura.
En este país somos muy propensos al coleccionismo de todo tipo de objetos estúpidos, pero después de ver la noticia estrella de la pasada semana, ha nacido un nuevo tipo de coleccionismo cuyo máximo exponente es el señor Rodrigo Rato, que se ha convertido en -hágase un breve silencio y un redoble de tambores- el Coleccionista de Cargos.
Su última adquisición ha sido el cargo de asesor externo para Telefónica en sus consejos de Europa y Latinoamérica, fichaje que la multinacional española justifica debido a la extensa trayectoria y experiencia del señor Rato. Pues bien, ya que estamos, repasemos esa extensa trayectoria que se inicia en el período comprendido entre 1996 y 2004, durante el cual fue nombrado Ministro de Economia y Vicepresidente del Gobierno del Partido Popular liderado por un José María Aznar que en aquella época hablaba catalán en la intimidad. Fue durante estos años cuando Rato y sus colegas llevaron a cabo un sin fin de privatizaciones entre las cuales, sin duda alguna, las más sonadas fueron las de Repsol, Endesa y -cómo no-, Telefónica, que quedó en manos de Juan Villalonga, amigo personal de Rato y Aznar, con quien llegó a compartir pupitre en su infancia.
Tras este período bautizado como "el milagro económico español" en el que se fraguó la futura burbuja inmobiliaria y en el que el expresidente Aznar presumía de construir más viviendas que Francia, Italia y Alemania juntas, nuestro coleccionista de cargos pasó a un estatus superior, ni más ni menos que a director del Fondo Monetario Internacional durante los años 2004 a 2007. No he encontrado mejor manera para definir el paso de Rato por este organismo internacional que remitirme a un informe interno del FMI redactado en 2011, en el cual se realiza una brutal crítica a la actuación del organismo en estos años, destacando el hecho de que hubieran tres directores en tan breve espacio de tiempo -Rato fue su cabeza visible entre Junio de 2004 y Noviembre de 2007- y señalando que se vivió una burbuja de optimismo mientras se gestaba la mayor crisis financiera desde la Gran Depresión.
Como recompensa a su inconmensurable labor al frente del FMI y a su gran visión económica de futuro, ya en 2010 Rato fue nombrado director de Bankia. No me dirán ustedes que no es una guinda fantástica para coronar su insaciable colección de cargos. Pero esta vez nada fue como el gran visionario español de nuestro tiempo esperaba y las cosas comenzaron a torcerse con demasiada rapidez, obligándole las circunstancias a presentar su dimisión justamente unos días antes de la intervención de la entidad bancaria. Algunos dirán que huyó ante la que se le venía encima, pero esa pronta huída no le sirvió esta vez para evitar dar explicaciones y comparecer en la Audiencia Nacional el pasado mes de Diciembre, imputado en el caso Bankia que investiga irregularidades en su salida a bolsa, falsificación de cuentas y apropiación indebida.
Y así, imputado en un proceso judicial, llegamos de nuevo a la actualidad y a su nombramiento como asesor de Telefónica, impulsado por el presidente de este gigante de las comunicaciones: César Alierta. ¿Qué relación creen ustedes que mantienen Rato y Alierta? Piensen un poco... Pues sí, están en lo cierto. Les une una amistad que ya se cultivaba en aquel lejano 1996, año de la victoria del Partido Popular en unas elecciones marcadas por el famoso latiguillo de "Márchese, señor González". Resulta que en ese bendito año, el señor Alierta, actual presidente de Telefónica, fue nombrado presidente de Tabacalera, y ya saben que los amigos de verdad son generosos entre ellos y sobretodo agradecidos a los favores del pasado. Alierta paga de esta forma su deuda pendiente con creces y nos demuestra una vez más cual es la política de empresa de este mastodonte llamado Telefónica que algún día no tan lejano llegó a ser pública. Y digo una vez más porque les puedo citar casos hasta llegar a aburrirles, aunque aún así correré el riesgo. Por las altas esferas de Telefónica han pasado personajes de la talla de Eduardo Zaplana (peso pesado del PP en la época Aznar y expresidente de la Comunidad Valenciana), Javier de Paz (exsecretario general de las joventudes socialistas y amigo personal del expresidente Zapatero), Narcís Serra (exvicepresidente del gobierno del PSOE en la época de Felipe González), Alberto Aza y José Fernando Almansa (exjefes de la casa del Rey), Alfredo Timmerman (exjefe de gabinete del expresidente Aznar), Iván Rosa (abogado y esposo de la actual vicepresidenta del gobierno, Soraya Sáez de Santamaría), Paloma Villa (esposa del diputado socialista Eduardo Medina) y por último, cómo no citar al fichaje estrella en su momento, la madre de todas las contrataciones Telefonísticas: por supuesto, les hablo del gran Iñaki Urdangarín (Duque de Palma, yerno del Rey Juan Carlos I e imputado en el caso Noos). ¿Casualidad quizás? Júzguenlo ustedes mismos pero mi olfato de sabueso me dice que Mariano Rajoy ya se está relamiendo ante el chollo que le espera cuando abandone la Moncloa.
En los próximos años, el señor Rato seguramente continuará mamando de la teta del poder e incrementando su ya dilatada colección de cargos imposibles, quién sabe, pero estoy convencido de que en un futuro lejano, cuando nuestros jóvenes estudien la historia de España de principios del siglo XXI, Rodrigo Rato será uno de esos personajes identificados como un ejemplo de todos los errores que se cometieron en una época lejana para ellos pero que nosotros vivimos hoy en nuestra piel con sufrimiento e impotencia. Será recordado como uno de tantos hombres sin talento alguno que a pesar de ello llegaron a regir los destinos de una nación que quedó hipotecada de por vida. Será recordado al fin y al cabo, como un vendedor de humo y como el gran mesías del efervescente e irreal milagro económico español.
Ante tal panorama de enchufismo, amiguismo y pago de favores políticos a mano rota que hemos contemplado en Telefónica en los últimos tiempos, ¿qué podemos hacer nosotros, los ciudadanos? Pues así, a bote pronto, ser consecuentes con nuestros valores e ideales, y llevar a cabo una de las escasas desobediencias civiles que nos permite este sistema capitalista: castigar como usuarios a aquellas empresas que lo merezcan, es decir, abandonar el paraguas de sus servicios y buscar cobijo en alguna otra que nos ofrezca garantías morales y una cobertura ética. Parece difícil de encontrar en los tiempos que corren, cuando lo único que parece importar es el dinero y los beneficios, pero sin duda existen otras alternativas de las que almenos no tengamos que avergonzarnos.
Al contrario de lo que hacen otros, yo les aconsejo que coleccionen principios, dignidad, rebeldía y mala leche para afrontar lo que gente como Rato nos tienen preparado para el futuro. Al fin y al cabo, ¿qué otra cosa nos queda?

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