jueves, 7 de octubre de 2010

Las dos Españas del S.XXI

Las opiniones son como los culos, todo el mundo tiene uno.
Pensaba en este entrañable -a la par que fino- dicho popular mientras escuchaba una conversación entre dos chavales que no debían tener más de dieciocho años. Le daban vueltas al tema político estrella en estos días que están acabando de finiquitar otro verano de calor, tanto en lo climático como en lo social, con una huelga general a la vuelta de la esquina.
Hablaban, como decía, de la expulsión de gitanos en Francia y de la bronca política formada tras el tirón de orejas -y de algo más- de la Vicepresidenta de la Comisión Europea, Viviane Reding al gobierno de Sarkozy, asunto este en boca de todos, incluso presente en las conversaciones ilustradas de nuestros cachorros entre partida y partida de Playstation.
Metidos ya en harina, uno de ellos comentaba sobre el gobierno galo que "expulsan a los gitanos y encima les echan la bronca", como queriendo hacerle ver al compañero que deberían ponerle a Sarko una estatua ecuestre en la Plaza de la Concordia de París, para que luego digan que nadie es profeta en su tierra.
No saliendo de su asombro, el otro joven replicó similar afirmación con otra joya dialéctica digna de enmarcar: "que los dejen vivir tranquilos que no hacen daño a nadie", soltó el menda.
Estas dos simples opiniones, aunque ustedes no lo crean, no son pensamientos inocentes y sin contenido de chavales que ven demasiados debates estridentes en televisión antes de irse de botellón. Son un claro ejemplo de las dos Españas, pero alto ahí, no me malinterpreten. No hablo de aquella España de rojos y nacionales ya caduca, rancia y pasada de moda, sino de una nueva España bipolar, prima-hermana y heredera de aquella otra, que hemos creado entre todos -eso sí, unos más que otros- tras treinta años de democracia.
Siempre hemos tendido a abrazar el maniqueismo en esta bendita tierra nuestra, hasta el punto de que quizás sea la seña de identidad más característica de los españoles, por encima incluso de la envidia que aparece grabada en nuestro ADN. La separación entre buenos y malos, los nuestros y los otros sin matices ni escala de grises, el conmigo o contra mí que tanta sangre ha derramado.
Imaginen ustedes ese trastorno, esa bipolaridad, esa mutación de bacterias añejas hasta crear lo que hoy en día conocemos como el estado del bienestar, donde lo políticamente correcto triunfa entre el rebaño y los pastores.
Pues bien, el primer muchacho simboliza la España sin corazón, egoísta, rastrera, racista y sibilina, compuesta por auténticos hijos de la gran puta que no han tenido educación ni conocen el significado de la palabra empatía. Verdaderos imbéciles sin escrúpulos que venderían a su madre por cuatro duros. Si de ellos dependiera, estos energúmenos no sólo expulsarían de Francia y de toda Europa a los gitanos, sino también a negros, musulmanes, homosexuales y a cualquier otra minoría que simbolice un vuelco en sus tradicionales e inamovibles valores cristianos.
Como complemento a este amplio sector de la población nos encontramos a la otra España, la del buen rollito, la del talante, la de bambis trotando por la pradera, la del tol mundo es güeno que decía Manuel Summers, inocentes ante la auténtica naturaleza vil y depredadora de la raza humana. Defensores del todo vale, sin necesidad de leyes para no coartar la libertad del individuo, sin necesidad de esfuerzo ni educación para no reprimir la formación de nuestros jóvenes en los mundos de yupi, sin necesidad de aplicar la justicia, no vayan a tacharle a uno de represor o autoritario. Ya saben, el qué diran y tal.
Y claro, entre unos y otros, así nos va en este país que se siente tan familiarmente cómodo en los extremismos. Y es que no tenemos término medio, oigan, cuando existe una expresión -parece ser que olvidada- en nuestro lenguaje popular que no podría reflejar mejor la absurda locura en la que vivimos: ni tanto ni tan calvo.
Como decía Antonio Machado en uno de sus más conocidos poemas: "Españolito que vienes al mundo, te guarde Dios. Una de las dos Españas ha de helarte el corazón". El problema es que hoy en día, una de las dos te hiela el corazón pero la otra te hace hervir la sangre.

2 comentarios:

  1. ¿Y tú a que España pertences Manel?

    Cuanto tiempo!

    Un abrazo fuerte,

    Carlos Oliveras
    (laeclosion.blogspot.com)

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  2. Intento mantenerme tan lejos como pueda de la una y de la otra, porqué no me gustaría llegar a convertirme en un hijoputa ni en un gilipollas.

    Un abrazo Carlos!

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